Una minúscula gota de agua resbaló de su barba y cayó sobre
la toalla que colgaba de su cuello, instintivamente la miró y vio como durante
unos segundos esta quedaba posada sobre la toalla, como una esfera cristalina
perfecta en la que se reflejaba un mundo al revés. Pasó unos segundos absorto
en este reflejo pensando en qué estaría haciendo su yo de ese mundo invertido.
Todos le esperaban, niños, mujeres y hombres, todos, personas
de rostro borroso que no era capaz de recordar bien, como cuando intentas
evocar la cara de niño de un hermano pero sólo puedes ver su rostro actual.
Podía escuchar el bullicio desde el lavabo mientras el humo
de los cigarrillos se colaba por la rendija de la puerta. El intenso calor le sofocaba,
de modo que se refrescó y con paso decidido y un bloc entre sus manos salió a
encontrarse con sus invitados.
Todos eran viejos conocidos, y pasó la noche de aquí para
allá hablando con ellos, recordando viejos tiempos, antiguos amores, travesuras
de su infancia, viajes de joven con amigos, toda una vida. En ningún momento se
separó de aquel bloc que le acompañaba, pero ni una sola vez lo abrió o lo
mostró.
Pero entre todos los presentes, había una persona con quien
todavía no había hablado, parecía que casi lo esquivaba. Se trataba de un señor
de pelo canoso, vestido elegantemente, con una barba bien perfilada y una
mirada cansada pero tierna.No lo conocía, pero le transmitía una cálida
sensación, casi familiar.
Cuando el ambiente se empezó a relajar y la noche empezó a
declinar, el hombre se aproximó a él y con voz suave pero firme le invitó a que
tomaran asiento en unos sillones en un rincón de la estancia. Fue solo en ese
momento cuando abrió el bloc que había estado protegiendo durante toda la
velada. Sentados en aquellos sillones vieron pasar la noche mientras
conversaban pausadamente, de vez en cuando tomaba notas, dejando escapar una
sonrisa tierna con alguna lágrima.
Estaba despuntando el alba cuando notó un sudor frío que le
recorría la espalda y el cansancio se apoderó de su cuerpo, aquel hombre, como
dándose por enterado de lo que ocurría se levantó lentamente y sin mediar
palabra se desvaneció en el aire al contacto con los primeros rayos de sol mientras una sonrisa triste se dibujaba en su boca. La habitación ya estaba vacía, pudo
ver como su anfitrión entornaba los ojos en aquel sillón y entraba en un
profundo sueño con el bloc en su regazo antes de desvanecerse por completo.
Mariam despertó en el sillón junto a la cama de aquel
hospital, como tantas otras noches aquel mes. Como cada mañana, sin abrir los
ojos siquiera lanzó un buenos días al aire, pero por primera vez no obtuvo
respuesta. El corazón le dio un vuelco, con miedo abrió los ojos y no le
encontró tumbado en la cama, estaba intentando tranquilizarse pensando que
quizás estaría en el baño cuando lo vio, sentado en el otro sillón, la luz de
la ventana le daba en la cara iluminando su sonrisa.
No respiraba, todo había acabado, lo sabía. Aunque había
estado preparándose para esto no pudo evitar romper a llorar. Se dirigió a él
para darle un último beso y vio que sujetaba un bloc con una nota pegada en la
que ponía.
"Cariño, anoche pude sumergirme en una gota de agua y llegar
al otro lado, gracias por una vida plena, y por los felices años juntos que sé
que me darás. Siempre tuyo"
Página tras página, aquel bloc escondía los detalles de
toda la vida que les quedaba por vivir, cada aniversario, cada celebración,
cada pelea y reconciliación, cada sueño, y cada arruga hasta una vejez juntos.